Dorotea Lisiewska Therbuch, autorretrato, 1977
Nació el 23 de julio de 1721 en  Berlín y allí moriría el 9-11-1782. Es otro caso de familia de artistas. Su  padre, el retratista Georg Lisiewski, de origen polaco, enseñó pintura a Anna  Dorothea, a su hija mayor, Anna Rosina, y a su hijo Christian Friedrich Reinfold  Lisiewski. Se conservan al menos dos cuadros de Anna Dorothea (de fiestas  galantes) anteriores a su matrimonio en 1745, con el también pintor Friedrich  Therbusch. Tuvo 4 hijos y parece que dejó de pintar durante 15  años.
Pero en 1760 aparece pintando con  éxito y recibe encargos en la corte de Stuttgart, en la de Mannheim y la de  Berlín en 1764. Ese éxito y su ambición la mueven a probar a instalarse en París  en 1765, a sus 44 años. Allí conoce a Diderot (que por entonces hacía crónicas  de las exposiciones anuales del Salón). Entra en la Acadèmie des Beaux Arts con  la Pieza de recepción titulada El  Bebedor, con luz de velas. Pero le rechazan una pintura mitológica. Es  criticada y respetada por su profesionalidad pero no tiene encargos. Diderot le  compra una Cleopatra y le encarga un  retrato de sí mismo, en torso desnudo, que solo se conserva en grabado.
Lisiewska, no siendo bella y siendo  orgullosa y trabajadora infatigable (y estando sola seguramente) parece que no  quiso congraciarse con el “establishment” artístico parisino y se fue, en 1768,  de París a Holanda dejando deudas. A Diderot le confirmó lo que había dicho de  ella en carta privada a S. Vollard: “no le falta el talento para crear sensación  en este país, sino la juventud, la belleza, la humildad, la coquetería; la mujer  debe extasiarse ante los méritos de nuestros artistas, tomar lecciones de ellos,  tener un buen pecho y nalgas y concederse a sus maestros”. No se puede ser más  descarnado.
Siguió viaje a Viena, donde la  aceptaron en la Academia por un retrato de Hackert, otro pintor berlinés, y  llega a Berlín en 1769. Hasta su muerte compartirá taller con su hermano, quien  también enseñará pintura a sus 2 hijas. Y hará retratos para la corte, de  Federico Guillermo II de Prusia (el sobrino y sucesor de Federico el Grande) o  de su amante, aquí representada en 1776. Ella es Wilhemine Enke, desde 1794  condesa von Lichtenau, que influyó mucho en ese rey casi polígamo. La actitud de  relajada intimidad es posible por representar una partida de caza pero en el  cuadro hay también una alusión amorosa en las palomas que están en el ángulo  superior izquierdo, un cuadro de auténtico rococó. Se conservan más de 30 obras  suyas.
Texto de María Siguero Rahona,
Directora de Editorial Bercimuel, Madrid
 Retrato de Wilhemine Enke, condesa von  Lichtenau, 1776.
El escultor Carl Phillip Gluma (1724-1776), alrededor del año 1775
Retrato de Peter Anton von Verschaffelt, 1766
Retrato de Henriette Herz, 1778
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Un blog muy original y apasionante.
ResponderEliminarEnhorabuena