Museo Nacional de Arte Antiguo, Lisboa, Portugal
La pintora portuguesa más importante de la segunda mitad del siglo XVII fue Josefa de Ayala, luego llamada Josefa de Óbidos. Su padre, Baltazar Gómez Figueira, miembro de una familia en buena posición económica natural de Óbidos, se mudó a Sevilla para seguir la carrera militar, pero terminó trabajando como pintor en el taller de Francisco Herrera, el Viejo. En esa localidad contrajo matrimonio con Catarina de Ayala Camacho. Josefa nació en Febrero de 1630 y fue apadrinada por el pintor sevillano Francisco de Herrera. Tres años más tarde sus padres regresaron a Portugal y no se sabe con certeza si la niña se fue con ellos o se quedó junto a su padrino y su abuelo materno. Josefa tuvo siete hermanos, tres de los cuales fallecieron precozmente.
Hacia 1644 la joven se encontraba instalada en Coimbra, se supone que en el convento agostino de Sant’Ana, como “doncella emancipada de sus padres”, recibiendo educación religiosa y los primeros rudimentos artísticos, pero, por razones que se ignoran, no siguió el camino religioso a que apuntaba su vida en el convento. Su padre fue llamado a pintar en esta ciudad universitaria, donde realizó grandes obras caracterizadas por un fuerte naturalismo tenebrista que ejercieron mucha influencia en el trabajo de Josefa. Las primeras obras de la artista, realizadas en Coimbra en el ambiente conventual, como los grabados de “Santa Catalina” y de “San José”, de 1646, muestran su destreza manual, y sus trabajos pintados sobre cobre, “Casamiento Místico de Santa Catalina” (Museos de Lisboa y Porto) y “San Francisco y Santa Clara adorando al Niño” (1647, colección particular), evidencian su ya desarrollada habilidad con el pincel en la elaboración de este tipo de miniaturas y su buen manejo del contraste de claroscuros, siguiendo los cánones de la pintura sevillana bajo la orientación de su padre.
Josefa regresa a Óbidos con su familia y en 1653 realiza un grabado alegórico de la “Sabiduría” para los nuevos Estatutos de la Universidad
de Coimbra y pinta el “Pentecostés” destinado al altar de Sé Nova de
Coimbra, trabajo de gran precisión y delicadeza en la pincelada. Realiza
también una serie de miniaturas excelentes en las que ya se nota un
estilo particular en los rostros, manos y tejidos, lo que hará que luego
su pintura sea bastante identificable, pero que será repetido como
fórmulas hasta el cansancio en algunos trabajos tardíos.
Sus
obras combinan temas religiosos y profanos con misticismo, sensualidad e
ingenuidad. Se habla de una influencia en su trabajo de Francisco de Zurbarán; aunque en realidad Josefa no tuvo ninguna conexión directa con la pintura española del Siglo de Oro,
lo cierto es que Baltazar poseía gran cantidad de cuadros y estampas
que tal vez incluyeran algunos originales de maestros andaluces. Un
inventario de sus bienes de 1675 registra dos cuadros con Corderos
Pascuales del estilo zurbaranesco y, de hecho, Josefa realizó varias
versiones del tema del Agnus Dei en las que el Cordero Pascual recuerda
el modelo de Zurbarán.
Entre sus naturalezas muertas, muy apreciadas tanto
en su época como por los coleccionistas posteriores, se encuentran las
de los “Meses”, de 1668, distribuidas en colecciones particulares, las
de la biblioteca Anselmo Braancamp Freire en Santarém, de 1676, las de la Casa-Museo de los Patudos en Alpiarça, del mismo año, y las del Museo Nacional de Arte Antiguo y de la Colección Armando
Patrício, obras que revelan una relación sensible con las cosas
simples, libre de simbolismos complejos, interpretadas de una manera
espontánea y personal, casi “sin escuela”.
Como
retratista recibe alabanzas de varios autores antiguos (Froes Perym,
Murphy, Garett). Una muestra es su excelente “Retrato del Beneficiado
Faustino das Neves” (c.1670, museo de Óbidos), que la ubica como una
notable representante del género en el Barroco portugués.
El
estilo de Josefa parte de la influencia del naturalismo tenebrista de
Baltazar y adquiere una personalidad propia, siendo definido como “sui
generis”, reflejo de una particular intuición poética, de paleta suelta y
libre de imposiciones académicas.
Luego
de la muerte de su padre, en 1674, probablemente Josefa haya tenido
necesidad de realizar con más frecuencia encargos públicos para mantener
a su anciana madre y dos sobrinas huérfanas que vivían con ella. Esta
podría ser la razón por la cual algunos de sus trabajos de temas
religiosos y bodegones tardíos presentasen cierta dureza en la
composición y cansancio en la pincelada.
Josefa murió en Óbidos en 1684, a
los 54 años, y fue enterrada en la iglesia de San Pedro. Su historia
estuvo cubierta de leyendas, incertidumbres y errores, como el hecho de
considerarla discípula de Zurbarán, haber viajado por Italia o Flandes, o
haber sido una pintora de corte. Su relevancia como representante del
naturalismo y tenebrismo barroco “provincial” en los géneros de la
naturaleza muerta, en los retablos sacros, el retrato, el grabado al
buril y la miniatura en cobre motivaron al Instituto Portugués de
Patrimonio Cultural y a la Galería
de Pintura de Rei D. Luiz a preparar una exposición retrospectiva, para
lo cual se debió realizar una exhaustiva investigación en archivos y
colecciones portuguesas y españolas, un análisis metódico de obras
tradicionalmente atribuidas a ella y una restauración científica de las
pinturas que incluyó la muestra. El valor monetario de sus trabajos se
ha acrecentado notablemente: uno de sus cuadros que fue vendido por
5.500 € en 1970, veinte años después volvía a ser puesto a la venta por
200.000 €.
El casamiento místico de Santa Catalina, 1647
Museo Nacional de Arte Antiguo, Lisboa
Museo Nacional de Arte Antiguo, Lisboa
Cordero Pascual. 1660-70, óleo sobre tela, 88 x 116 cm
Museo Regional Évora, Portugal.
Museo Regional Évora, Portugal.
Mes de marzo, 1668
Naturaleza muerta con dulces, terracota y flores (1676), óleo sobre lienzo, 80 x 60 cm,
Santarém, Biblioteca Municipal Anselmo Braamcamp Freire
Santarém, Biblioteca Municipal Anselmo Braamcamp Freire
Naturaleza muerta, Cesta con cerezas, quesos y barros, c. 1670-1680, óleo sobre tela, 50 x 110 cm
Colección Particular Lisboa, Portugal.
Colección Particular Lisboa, Portugal.
San Bernardo y la Virgen (aprox. 1660-70) óleo sobre tela
Colección particular, Porto, Portugal
Museo Nacional de Arte Antiguo, Lisboa
San José y el Niño, c. 1670, óleo sobre tela, 71 x 41 cm
Museo Nacional de Arte Antiguo, Lisboa, Portugal
Abisag (bella doncella sunamita que servía al rey David)
Naturaleza muerta con bollos, Museo de Évora, Portugal, (1660-70)
Óleo sobre tela, 47 × 57.5 cm
Natureza muerta com frutos e flores, 1670
Transverberación de Santa Teresa (1672)
Bodegón con dulces y flores (1676)
Calvario (1679)
Cesta con cerezas, quesos y cerámicas
El Niño Salvador del Mundo
San Francisco y Santa Clara de Asís, en la adoración del Niño Jesús
La Anunciación
Visión de San Juan de la Cruz
Fuentes
las pinturas de Josefa de Obidos, son bellisimas. Es placer mirarlas
ResponderEliminarque cosa mas bien echa vamos vamos espectacular todo
ResponderEliminarde rocio pinta garcia